Dentro de la caza menor, el Zorzal es un omnívoro voraz que cuando no puede bichear en busca de larvas o lombrices por la dureza del suelo helado del invierno, baja al olivar para parrear de árbol en árbol.
Las entradas de zorzales de un invierno que dejó algunos días con temperaturas más suaves, propiciaron un paso masivo de toda clase de migratorias que aprovecharon los intervalos más benignos para saltar a la Península, llegando así una inusitada cantidad de zorzales de todas las variedades.
Para los cazadores, desde luego, cuando hay bicho volando, el frio y la escarcha, se llevan con más alegría.
Una de las claves para las buenas tiradas al zorzal, es la extensión de terreno que se gestiona. A mayor número de hectáreas, la cantidad de líneas de escopetas que tienen que atravesar las aves, desde el dormidero al comedero y viceversa, disminuye considerablemente y beneficia directamente a la cantidad de pájaros que se mueven. Es más, hay que tener en cuenta que, en la línea de escopetas, el que no corre…, vuela.
El tiro en puesto no es simplemente colocarse en un sitio y disparar a todo lo que pasa. Al igual que en la caza en mano, la astucia, saber de campo y conocer las especies que queremos cobrar, en este caso el zorzal, es de suma importancia.
Estas son algunas de las virtudes del cazador de zorzal, aunque hay que añadir algo, que le va ni pintado:
Nos referimos al refrán que dice “a quien madruga, Dios le ayuda”. Ya que al puesto debemos llegar prácticamente de noche. Cuando empieza a amanecer será el momento de colocar bien el puesto y de cortar ramas para taparnos, de forma que consigamos una postura cómoda para tirar y, a la vez, que nos proteja de la poderosa vista de los zorzales.